Nueva columna de Fernando Fedriani en Alcalá la Real Información.


El pasado viernes 9 de Mayo el periódico municipal Alcalá la Real Información publicó una nueva columna de nuestro profesor Fernando Fedriani.

Este artículo titulado “Roko y la juventud de Alcalá”, cuenta la sorpréndete visita de Roko a nuestro I.E.S. En la que recorrió todo nuestro instituto recordando viejos tiempo y dio una espectacular charla a un grupo de alumnos de Fedriani.

Aquí os dejamos el artículo extraído de Alcalá la Real Información de nuestro escritor y profesor.



Ahora que el curso comienza a fenecer, hago balance de todo lo que ha sucedido en

los últimos diez meses. He vivido momentos muy interesantes, como la participación

de Con Acento de nuestro equipo (hecho del que hablaré en mi próxima columna) o

las representaciones de Los Pollitos. No obstante, hoy me gustaría contaros cuál es la

sorpresa más curiosa que he recibido de este 2014/15.

Era un jueves como el de hoy. La hora, semejante a esta. Estaba en este mismo

despacho, preparando las actas de las reuniones de nuestra Directiva. En esas

estábamos, con mi directora llamándome desde su despacho, cuando alguien tocó con

timidez en nuestra puerta, con sus nudillos. Era Roko.

Antes de ese día solo la había visto una vez en persona. En concreto, en una feria

medieval que se organizó en un pueblo de Granada. La vi cantar, llenando el escenario

como una artista consagrada, a pesar de su juventud. La vi cantando con todo el alma,

forjándose en cada tonema como una estrella, que incendia sus alas para iluminar el

cielo. Poco a poco. A fuego lento, pero a fuego intenso. La vi fraguando, depurando un

millón de tonos en su fragua, incendiando el crisol con sus matices. Solo una vez.

Y estaba ahí, de pronto. En la puerta de nuestro despacho estaba. Más que nada porque

quería recibir su título de bachillerato, que estaba guardado junto a mi mesa. Pero

también porque quería ver a su antigua profesora de Música, quería volver a ver a María

Pérez, quería volver a recorrer los pasillos de su adolescencia, para mantener vivo todo

aquello, y para mantenerse viva ella misma.

Elena, la Directora, nos presentó. Iniciamos así una visita improvisada a nuestras

instalaciones. Roko señaló qué aspectos del mobiliario habían cambiado y cuáles

seguían incólumes al paso del tiempo. Le hizo ilusión volver a ver a algunos de nuestros

profesores más veteranos y entrar en la sala de profesores, territorio vetado años ha.

De pronto la miré y vi en ella a la niña que era. Daba la sensación de que el tiempo

hubiera girado hacia detrás. No había venido una celebridad a vernos, había venido

una antigua alumna. Se notaban sus inseguridades de entonces, se hacían palpables

sus juntas de dilatación, el espacio de separación para el crecimiento. Era ella, la

de entonces, volviendo al lugar de origen, para convulsionar su crecimiento, para

cerciorarse de que estaba siendo fiel con sus sueños e ilusiones.

Y lo estaba siendo. Estaba siendo fiel. Quizá por eso, todo el mundo quería hacerse

fotos con ella, porque estaba cumpliendo su sueño. La gente admira a la gente que

cumple un sueño infrecuente. Y supongo que la gente quiere hacerse fotos con la gente

a la que admira, claro. Lo que sorprende, me dijo ella, es que la gente se haga una foto

conmigo y no trate de hablarme. Muchas veces te hacen una foto y desaparecen pocos

segundos después. En tal caso, ¿para qué quieren una foto, si no van a hablarte?

Tenía todo el instituto a sus pies. Todos querían tenerla. Todos querían besarla. Por ese

motivo, porque siempre deseo aquello que los demás anhelan, me prometí a mí mismo

que Roko terminaría aquel recorrido en mi aula, con mis alumnos, charlando en mi clase

de bachillerato D sobre la vida, y sobre todas las cosas mundanas.

Lo sentía. Algunas veces algunas cosas suceden. La sentía. Algunas veces algunas

cosas están consteladas. Se sucedió todo con rapidez, pero terminaron en su sitio

los elementos. En el aula 20. Estaba Roko junto a mí, pocos minutos después de

su repentina llegada a nuestro despacho, y teníamos frente a nosotros a nuestros

estudiantes. Era un testimonio. Era algo nuevo. ¿Qué debíamos enseñarles? ¿Qué debía

darle sentido a aquel rato? ¿Qué podía decirles que significara algo?

Me gustó mucho aquel rato… y desde entonces admiro a Rocío. Aunque lo esperaba,

me di cuenta de que ha llegado a ser lo que es porque quiere ser lo que es, porque se ha

esforzado por mejorar, y ser lo que es. Mejora cada día porque cada día trabaja. Miraba

a los chicos y su mirada se inflamaba, pues quería enseñarles a morder. Rocío les pidió

que lucharan, que se esforzaran, que no se dejaran llevar por el éxito fácil, pues ninguna

flor dura demasiado si la tierra no es buena, si no está rica, si no hemos labrado antes,

con avidez.

Creo que Rocío es un ejemplo para Alcalá. El problema es que nos quedemos con su

forma de cantar. Eso, honestamente, me parece lo de menos. Canta bien, eso está claro.

Pero hay gente que canta muy bien y que es subnormal, y mucha gente que canta mal

y que vale la pena. Lo importante no es cantar bien o cantar mal, lo importante es valer

la pena. Y admiro a la gente que tiene un mundo interior más fuerte que los frutos que

germinan, porque valen la pena. El arte es un fruto de la esencia de la persona. Por ese

motivo solo se puede llegar lejos si has cultivado tu interior, si te has formado, si tienes

algo liviano que decirle al mundo, pero sobre todo si tienes algo gordo que haga callar

al mundo.

Y así se fue. Y me dejó muy buenas sensaciones, pues habíamos conseguido lanzar un

mensaje. Es un mensaje de humildad. Es un mensaje del que habla el trabajo. Se trata de

recordar que solo podremos ser nosotros mismos, seguirlo siendo, si nos esforzamos por

cambiar. Por ser mejores.

Roko salió de su Alfonso XI con un título de bachillerato, tras haberse hecho varias

decenas de fotos, y contenta porque había vuelto a la casilla de partida. Lo bueno de las

raíces es que nos mantienen apegados al suelo. Lo mano de tener los pies enterrados es

que tener arena entre nuestros dedos nos impide avanzar…
Por: Jony Mesa.

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