El silbido del aire acaricia tus frágiles oídos en la copa de un árbol. Las hojas bailan y dibujan espirales en el cielo, impulsadas por la corriente, dirigidas por el viento. Sientes algo de frío y en cierto modo también miedo, pero notas como algo suave te acaricia junto a ti reconfortándote. Sientes vértigo, pero sabes que has de hacerlo. Esa suave caricia vuelve a rozarte, pero esta vez para animarte. ¡Tienes que saltar! ¡Saltar y volar muy alto, jugando con esas hojas y ese viento!
Una vez que des ese pequeño saltito, sólo tendrás que dejarte llevar por el viento, y tus alas sabrán qué hacer. Es lo que siempre has querido, volar rozando las nubes o a ras del suelo y gritar a la nada si te apetece.
Estaba lleno de euforia, sintiéndome ingrávido sobre los edificios, era libre para volar por donde quisiese y hasta que mi cuerpo aguantase, pero en tan sólo unos segundos aterricé en la realidad. Me desperté, recogí los libros y apuntes que había sobre mi cama y miré la hora. Faltaba tan poco para dar ese salto… tan sólo unos días para dejar atrás todo lo que hasta ahora ha sido tu vida como la conoces y tu rutina…
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Este texto está tomado del Diario del Final del pasado curso. Lo escribió un alumno y con él hemos demostrar que los sentimientos del pasado año siguen manteniendo su vigencia.
Seguimos esperando vuestros textos en iesalfonso11@gmail.com
lunes, 13 de mayo de 2013
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